8 de septiembre de 2012

HASTA QUE LA CUERDA REVIENTE


Hace años, un amigo me contó algo que siempre he recordado. Esta persona tuvo la muy estúpida idea de enamorarse de una actricita de Televisa (!), y en aquel tiempo, la estrellita participó en una obra de teatro. Mi amigo, enamorado como un imbécil, vio varias veces la obra. Y cuando no tenía dinero para comprar su boleto, se quedaba en una esquina, frente a la puerta del estacionamiento del teatro del otro lado de la calle, para por lo menos verla salir (?). Bueno, creo que todos alguna vez hemos hecho muchas idioteces por amor. Pero lo que más recuerdo de aquel relato de mi amigo fue algo que sucedió uno de esos días que no tenía dinero.
Antes de continuar (y para poder entender un poco mejor esta historia), cabe informarles que mi amigo quería ser actor; y con esta situación, impresionado con el estúpido oropel que fabrica y difunden los actores y producciones de Televisa, se sintió la persona más insignificante, el más feo y el más corriente y sin gracia del mundo. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que se comparó con el mundillo artificial de los actores de Televisa, donde trabajaba y figuraba su amada, y donde él jamás podría encajar por ser feo, moreno y “sin clase”, según muchos imbéciles. Mi amigo cayó en una tremenda depresión, de la cual salió solo, con el tiempo, porque nunca se enteró de que necesitó ayuda profesional para salir de eso. Pero regresemos con el relato inconcluso.
Aquel día, cuando mi amigo no tuvo dinero y se quedó afuera, en espera de ver salir a su amada, algo llamó su atención. A un lado de la puerta del estacionamiento del teatro, había un local de comida que pertenecía al mismo inmueble. Ahí, me contó que varias veces vio llegar a un hombre con su guitarra para cantar canciones a los comensales y pedirles algo de dinero. Por supuesto el hombre de la guitarra era pobre, y varias veces a mi amigo le deprimió ver que ese hombre había nacido con mala estrella, al igual que la mayoría de las personas que querían ser artistas, y no con la estupenda estrella que tenía la actriz de quien estaba enamorado. Sí, el mundo era así, y mi amigo lo estaba sintiendo con más tristeza y angustia por la depresión que lo estaba consumiendo: así era como él percibía el mundo debido a esa enfermedad. Pero un día pasó algo.
En una de esas tardes sin dinero y de estar de mirón esperando a su amada, vio, como siempre, llegar al hombre de la guitarra. Vio que, como siempre, tocó algunos acordes para presentarse en el local de comida. Vio que, como siempre, saludó a los comensales diciéndoles que venía a tocar unas canciones para hacerles más placentera su estancia. Vio, como siempre, que una pareja le llamó para pedirle algunas canciones. Vio, como siempre, al hombre agradecerles con una pequeña reverencia y prepararse para tocar. Pero vio que algo pasó. Apenas había cantado los primeros versos de una canción cuando de pronto una cuerda de la guitarra se rompió. El hombre se disculpó. De inmediato estiró la cuerda con la intención de meterla de nuevo en la maquinaria para enrollarla y así seguir tocando. El hombre jaló y jaló la cuerda, pero no se acomodaba para girar la clavija. La pareja se empezó a desesperar. Al final, el hombre se disculpó y salió del local.
Mi amigo vio como el hombre con el rostro angustiado se recargó en la pared, muy cerca de la puerta del estacionamiento del teatro. Intentó de nuevo estirar la cuerda lo más que pudo. Pero de nuevo todo fue inútil. La cuerda rota no era lo suficientemente larga para volver a ser utilizada. El hombre permaneció un momento meditando, se buscó en las bolsas, sacó unas monedas, las contó e hizo otro gesto de angustia. Luego, empezó a caminar. De seguro no le alcanzaba para comprar otra cuerda. No podría ganar dinero ese día. La puerta del estacionamiento se abrió. La amada actriz salió manejando su coche y estuvo a punto de atropellar al hombre de la guitarra quien seguía ensimismado. “¡Estúpido!”, gritó la bella actricita al músico de la cuerda rota. Mi amigo se quedó viendo como aquel coche del año se iba alejando de ellos.

Mario Ramírez Monroy

1 comentario:

  1. Saludos Mr. Monroy, encuentro que son muy interesantes tus aportes a ésta revista. Voy a deleitarme en leer un buen rato ésta página.

    Deveras que he quedado impactado con el caso de tu amigo, es de entenderse que eligió enamorarse de la persona equivocada sólo por hacerse sufrir a sabiendas de que ese amor habría de ser inalcanzable.

    Eso es solo parte del encanto del amor y de la vida, porque la vida y el amor sin sufrimiento no es nada.

    Hasta pronto.

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