Hace
dos semanas, fui con mi familia a una comida en un salón de fiestas. Ahí estaba
un conocido con algunos amigos de él. Entre la plática, escuché algo que llamó
mi atención (que de hecho ya todos sabemos).
Alguien
comentó que un amigo suyo iba a salir en el programa de Laura. Le iban a pagar
mil pesos y un refresco. Dijo que no sabía qué le iba a tocar, si saldría como
víctima, golpeador, mujeriego o violador. Todos rieron diciendo que iba a salir
en la tele y gritaron a coro: “¡Que pase el desgraciado!”
Bueno,
pensé, allá ellos y su dignidad. Que disfruten trabajando en lo más bajo que
puede caer un extra. Los extras siempre han salido en los programas de Talk Show. Todos saben eso. Saben que,
desde programas de espectáculos, como Siempre
en domingo, siempre los “fan” de las
primeras filas, quienes gritaban emocionados al ver a su artista, tan sólo eran
extras; todo falso.
Los
extras pueden participar en un proyecto sublime como lo es una buena película o
denigrarse hasta el suelo como en los talk.
Repito, todos lo sabemos. De hecho, para quienes gustan de ver eso, hay dos
acuerdos. El primero: reírnos como tontos por la farsa que estamos viendo, por
las humillaciones y por inverosímil de las situaciones mostradas. En eso no hay
problema. Pero, ¿qué pasa cuando el segundo acuerdo no sucede?
En
la misma plática del salón de fiestas, comentaron el caso de otra persona que
salió en el programa de Laura. A este hombre le tocó ser un violador. Dijeron
que cuando llegó a su casa, sus queridos vecinos lo querían matar porque en la
tele vieron que él era un violador. Tanto fue el problema que esta persona
terminó cambiándose de casa. Y todo por mil pesos.
El
segundo acuerdo es saber que lo vemos es falso. En este caso, no resultó. Mucha
gente cree que lo que pasa en ese programa, y en sus similares, es verdad. No
se da cuenta de que tan sólo es un espectáculo del más vil y grotesco estilo carnavalesco.
Deberían verlo sólo para reírse de esas estupideces y seguir con su vida; de
vez en cuando, no es tan malo reír con el absurdo, es parte de nuestra
naturaleza. Pero que no sean capaces de ver que eso está montado…
Decidí
ver una semana el tan famoso programa de Laura. No quiero hablar de lo falso
porque ya todos lo saben, pero sí vi a una mujer que gusta de pisotear a la
gente, como si eso le diera mucho gusto, presumiendo que es un ángel que vino a
redimirnos y a salvar. Quise pensar –yo, de muy buena gente que aún cree en los
milagros- que por lo menos esta mujer daba regalos a los necesitados. Pero en
un programa salió una supuesta chica de lentes que se iba a casar (incluso
salió vestida de novia), y esa misma chica salió días después, supuestamente
ahora de sorda, para que la señorita Laura le regalara un aparato para la
audición. En ese momento, odié más a esta sociópata gritona que maltrata y
humilla hasta su staf. Por desgracia,
sé que nadie va a detener esto.
La
verdad, ya no quiero ni volveré a hablar de esto. Ni a quién le importe. Pero me
quedó la espina de porqué no se cumple el segundo acuerdo. No sé que me
preocupa más, si la existencia de estos programas, la gente que se presta a
humillarse por mil pesos y un refresco, o los televidentes que lo creen.
Mario Ramírez Monroy