Aunque
un poquito fuera de tiempo, no resistí dejar de lado estos comentarios. A mí me
gusta la época navideña. Me gusta toda su parafernalia: los adornos, las casa
llenas de series de diferentes colores aunque luego en mi casa falte la luz
(los transformadores de por aquí ya están muy viejos), los programas navideños
(omitiendo las películas tristes), los inflables gigantes para quienes se creen
gringos, las comilonas, postres y por supuesto los regalos, y más cuando recibo
algunos. Creo que en el fondo soy muy materialista y por eso me parece atractiva
la Navidad. Para nada soy un Scrooge
o un Grinch. Sin embargo, hay cosas
que tenemos que soportar, y no me refiero a las cenas navideñas ni ir a comprar
regalos en almacenes repletos de gente. Por estas fechas, aparece un sinfín de
criaturas del invierno.
Están los seres de voz horrible que cantan
música ranchera después de tomar varias cubas. Los niños vecinitos, antes
angelicales, se convierten en verdaderos seres de luz, pero por encender mil
cohetes como si estuviéramos en guerra; con cada estallido, no de pólvora, sino
de dinamita, te encomiendas a Dios para que no provoquen algún incendio, o que
caigan en algún tanque de gas. Corrijo: más que seres de luz, son seres
luciferinos. Tampoco nunca falta (no sé si en todos lugares, pero sí por aquí)
al vecino ya mayor de edad que, de repente y con unas copas encima, se le mete
el espíritu del Latín Lover y sale a la calle a bailar en puros calzones. Por
si esto fuera poco, también de repente aparece el abominable Hombre-Vómito, lanzando
asquerosos sonidos guturales al mismo tiempo que arroja un buen buche de
pestilencia cada tres pasos, mientras camina por las calles, perdiéndose en la
lejanía sin dejar de regurgitar escandalosamente.
Y para rematar, está la gran decepción. Unos vecinos
nuevos, que siempre consideré personas educadas, finas y sensatas, colocaron
sendas bocinas enormes fuera de su casa, para tocar música fea toda la Noche
Buena y amanecer en Navidad.
Pues ya qué, son las cosas que hay que
soportar para cerrar ciclos. De todas maneras, nada evita respirar pura pólvora
en la mañana de enero.
Mario Ramírez Monroy
Buenísimo amigo , me magino todo lo que vas narrando. Te felicito!!!!
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