(Quienes
no tengan la buena costumbre de leer estas bellas columnas, no sabrán de qué
estoy hablando, así que tendrán que revisar el Texto Rencoroso anterior.)
Un
día, mientras me estaba echando unos churros con chocolate en la churrería El
Moro, entró una persona conocida. El rocker de la vez pasada, el que meses
atrás había visto en un local de antojitos, muy cerca de los Teatros Telmex. Y
lo más curioso es que de nuevo traía varios discos de acetato bajo el brazo, ¡y
encima de todos estaba el disco de Kuman!
El rocker pidió sus churros, se sentó, y dejó los discos sobre la mesa. Aunque
en esta ocasión, no se puso a canturrear ni a mirar fijamente la contraportada
de su L.P. Tal vez porque ahora nos encontrábamos lejos de los Teatros Telmex,
los antiguos Televiteatros, quién sabe.
Mientras
el rocker paseaba un churro en el interior de su taza de espumoso chocolate, me
puse a pensar en varias cosas. A lo mejor se dedicaba a la compra y venta de
discos L.P., para la gente que le gustaba la nostalgia. Pero de nuevo recordé
el valor que le daba al álbum de Kuman.
Me imaginé que, tal vez, aquel disco era un tipo de amuleto de aquel rocker, y
por eso siempre lo llevaba consigo. Entonces, se me ocurrió que, sí tanta estimación
le tenía a ese álbum, y lo consideraba casi como un amuleto, ¿por qué mejor no
se conseguía un cassette, para así no estorbarle tanto? Me dio un ataque de
risa, festejando mi simpleza y mi idiotez. Entonces, el rocker me escuchó y me
miró. Dejó a un lado su churro a medio acabar y se acercó hacia mí. Pensé que
me iba a golpear el rostro, pero el rocker, tranquilamente, me preguntó:
-Disculpa,
¿de casualidad tú no tocabas en Valhalla?
Quedé
sorprendido. Valhalla fue el segundo
grupo donde toqué (antes me dedicaba a la música, al rock). Estuve en la
primera agrupación de Valhalla, antes
de que me salieran.
-Sí
–respondí.
El
rocker se emocionó. Dijo que varias veces vio tocar al grupo, y que le
gustaba mucho. Luego se sorprendió
cuando vio que cambiaron de guitarrista, y me dijo que el grupo ya no era lo
mismo, que decayó. No niego que me emocionó mucho escuchar eso. De repente, el
rocker me preguntó:
-Oye,
siempre tuve la duda, ¿tú tocaste también con la Divina Comedia?
Quedé
más sorprendido. La Divina Comedia
fue el primer grupo donde toqué. Formé parte de las últimas agrupaciones, antes
de que se desintegrara. Después de responderle que sí, le pregunté si alguna
vez vio tocar a Arkham. El rocker me
dijo que no, que nunca lo escuchó nombrar. La verdad, eso me sorprendió aun
más: en Arkham toqué más del doble de
conciertos que con Divina Comedia y Valhalla juntos. En fin. La vida es muy
rara.
Después
me preguntó que en dónde estaba tocando ahora. Le respondí que ya no tocaba,
que había dejado la música. El rocker se quedó mirándome por un rato. Me preguntó
la razón, y le respondí que por una estupidez. Yo quería ser famoso, y como
pasaron los años y no lo fui, pues decidí dejar la música. El rocker se quedó
otro momento sin hablar y luego preguntó:
-Y,
¿qué estás haciendo ahora, brother?
-Pues,
estoy pretendiendo ser escritor –respondí.
El
rocker se quedó un rato pensativo.
-Y,
¿también quieres ser famoso escribiendo? –preguntó al fin.
Le
respondí que esta vez no. Que ya no me interesaba ser famoso. Aunque tampoco le
negué mi deseo de que, alguna vez, me llegaran a publicar; y de que alguien,
aunque fueran pocos, pudiera leer mis textos. El rocker se volvió a quedar otro
rato pensativo.
-Bueno
–dijo al fin-. Al menos tocabas muy bien. Yo también tuve mi banda, pero salí
pendejón. Oye, ¿me podrías dar un autógrafo?
Acepté
con gusto. Hacía años que no daba ningún autógrafo. El rocker se puso a buscar
en su morral, pero al final fue por sus discos y me acercó el de Kuman.
-Fírmame
aquí –dijo-. Al fin que la ocasión lo amerita.
Me
dio risa. (Hace muchos años, tuve un problemita con Ícar Smith, del grupo Cristal y Acero, en la época cuando Kuman estuvo en escena. Una historia que
conocieron muchas personas hace muchos años, y que a lo mejor nunca la vuelva a
contar. Parece que tengo la costumbre de quedar peleado con medio mundo. Pero
continuemos.) Tomé el disco y planté mi firma muy grande encima de la foto de
Ícar Smith, como diciendo yo soy mejor que tú, cual si fuera una venganza tonta
atrasada de un adolescente tonto. Y, sorpresivamente, el rocker dijo:
-Lástima
que ya no toques, eras mucho mejor que el Ícar. Bueno, brother, ya me voy. Me cae que fue un honor haberte encontrado por
acá. Chido.
Me
hizo la señal de cuernos y se despidió saliendo de El Moro, dejando sus churros
y chocolate a medio terminar, mirando su disco.
Me
quedé pensando en muchas cosas, recordando los años en que tocaba. Le di un sorbo
a mi taza y, de repente, recordé algo. Al menos pude saber el nombre del rocker
(el cual prefiero no decirlo), pero nunca le pregunté por qué siempre llevaba
aquel disco de Kuman bajo el brazo, y
por qué cantaba frases de la obra. Y por qué dejó que rayara su disco con mi
firma, ¿tendría varios iguales?
Me
gustaría decir que habrá una tercera columna, pero nunca más volví a
encontrarme con el rocker.
Mario Ramírez Monroy