Continuando
con el tema de la FILIJ, aquí les va otra bella anécdota. Hace algunos años, hubo
un taller muy pequeño en dicha feria, impartido por un escritor muy importante
y famoso, pero no diré su nombre porque me cayó mal. Entre los participantes de
aquel taller, había una chica que escribía muy bien (aunque ella pensaba que no
era necesario leer ni a Cervantes ni a Shakespeare para ser escritor, pero no
hablaremos de eso), también había otra chica recién egresada de SOGEM, un señor bien mamón
quien se creía más inteligente que el maestro argumentando que Harry Potter no era literatura (pero al
instante el maestro le hizo ver lo equivocado que estaba; el señor mamón se
quedó con cara de enojado, aunque ya no habló) y una tipa vestida de hippie
medio engreída quien era egresada de la universidad, de la Facultad de
Filosofía y Letras, creo que de la carrera de Literatura o algo así. El
tallercito sólo duró dos días, así que fue en la segunda sesión cuando todos
llevamos un texto para tallerearlo.
Para empezar, el señor mamón ya no regresó;
de seguro era un pobre esnob que sólo repetía lo que decían los demás esnobs
para sentirse inteligente e intelectual, y que –como muchos- sólo van a
enchinchar. La chica que escribía bien llevó un cuento en verdad interesante y
original, fue el que más gustó de todos. A mí me fue de la jodida, mi redacción
la había hecho con las patas y el maestro lo remarcó, creo que hasta con un
poco de odio; además de que destrozó mi historia. La chica egresada de SOGEM
llevó un cuento que a mí me gustó mucho, bien escrito, donde hablaba de unos
robots que ayudaban a arreglar el jardín del protagonista; sin embargo, la tipa
universitaria hizo un comentario muy soberbio e hiriente, asegurando que eso no
podía ser un cuento infantil, diciéndolo como si fuera toda una experta y con
derecho a criticarlo, tal vez porque ella era la única con título universitario
relacionado con las letras. No obstante (qué bello que el destino a veces sí se
porta como se debería portar), el siguiente texto que el maestro comentó fue el
de ella, la tipa, y dijo que, para empezar, estaba mal redactado, que tampoco
lo que escribió era un cuento para niños y, lo que es peor, le dijo que había
puesto puntos donde no debía y comas donde tampoco debían estar (?).
Tiempo después, muchas veces escuché que en
la universidad no enseñan a escribir literatura, ficción; incluso conocí a alguien
que también estuvo en la carrera de letras, y me contó que lo primero que les
dijo el maestro en el primer día de clases fue: “Si quieren escribir libros,
están en el lugar equivocado. Aquí van a aprender a escribir sobre libros.”
Bueno, está bien, cada quien. Pero lo único que
no me explico es, carajo, si esta tipa se la pasó cuatro años estudiando y
leyendo muchos libros relacionados a la literatura, ¿no se pudo dar un tiempito
para, al menos, echarle un vistazo a algún método sobre las reglas de
puntuación? (Ya ni digo un manual de ortografía, porque de seguro se ayuda con
el Word.)
Mario Ramírez Monroy