Quienes
empezamos a escribir tenemos la costumbre de acercarnos a personas con más
experiencia en la creación literaria, para así tener una asesoría y
conocimientos extras. Sin embargo, a veces corremos el riesgo de encontrar a la
persona equivocada. En la escuela de escritores, conocí a alguien que le
gustaba imitar a los escritores más soberbios. Hablaba y pensaba igual que
ellos. Decía que si aún no te habían publicado ningún texto, entonces todavía
no eras nadie (es decir, ¿mientras no
te publiquen, no tienes derecho a ser considerado como alguien? ¿Antes de eso,
no eres nadie, no eres una persona?) Bueno, era su forma de pensar (o más bien
dicho, la forma de pensar que él adoptó). No diré su nombre, ¿para qué? Tampoco
negaré que aprendí algunos buenos consejos de él para escribir; aunque la
mayoría de las veces, como comprobé años después, sólo le gustaba humillar.
También
le gustaba hablar mal de algunos grupos de la escuela. Yo, por imbécil, también
le copié en algunas cosas, y vaya que me metí en muchos problemas sólo por
hacerle caso. La verdad, aquella persona no escribía tan mal, tenía buenos
micro-cuentos. No obstante, por ahí le leí una obra de teatro que ¡ah jijo!
parecía que fue escrita por un niño de primaria (creo que esa fue su primera
publicación, la que lo convirtió en “alguien”).
Las
últimas veces que lo vi, me dijo que ya no leía cualquier cosa, que incluso en
su biblioteca sólo tenía muy pocos libros, porque a estas alturas de su vida ya
no le convencía cualquier lectura, ya que la mayoría escribían lo mismo que se
ha escrito en toda la vida (!) Y hay más. En una ocasión, cuando le llevé unos
libros para vendérselos, me dijo en tono despectivo mientras los revisaba: “¡Uf!
Aquí hay pura basurita. Es sólo pura basurita”. Así es, ahora para él la
mayoría de los libros que se publicaban eran basurita, cosas que no valía la
pena ser leídas, incluyendo a autores conocidos.
Para
mí es una manera muy triste de vivir. Nunca sabes cuándo te puedes encontrar ante
un texto maravilloso de algún autor nuevo o ya consagrado. Qué carajos importa
que ya todo se haya escrito; lo importante es construir una buena historia con
los mismos cimientos que siempre se han utilizado para narrar. Siempre podremos
sorprendernos de algo. Lo sorprendente de la vida es que nunca deja de
sorprendernos.
Cada
quien tiene derecho a pensar como quiera. No obstante, a pesar de que debemos
escuchar la experiencia de los demás, espero en un futuro ya no dejarme influir
por gente que le tiene –aunque sea difícil de creer- más rencor a la vida que
yo. Cada quien escoge el grupo al que quiere pertenecer.
Mario Ramírez Monroy
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